La crisis vuelve a los trabajadores más conservadores. ¿Cómo han cambiado nuestros hábitos laborales? ¿Qué estrategias emergen ante la crisis? Hay un primer cambio evidente. Se han dejado aparcadas aquellas iniciativas que se consensuaron en las empresas para desarrollar un clima social más satisfactorio. Hoy se renuncia a la excelencia teórica que se fue macerando en la última década para dar paso a la prioridad, mucho más prosaica, de una nómina a fin de mes. En la vida privada, desde la eliminación del servicio doméstico hasta quienes abandonan el gimnasio o la suscripción, quien más quien menos ha tomado alguna decisión; pero, en lo profesional, en el lugar de trabajo, ante la tormenta ¿qué ha ocurrido? Los expertos anuncian dos actitudes en dirección opuesta: las defensivas y las de huida. Quien se enroca en su pasado inmediato o quien se lanza a la piscina de lo nuevo.
Cuando buscar empleo es un trabajo. Y con cada nuevo parado, la mala noticia es doble para quienes ya no tienen empleo: Las perspectivas de que la situación cambie se diluyen y la competencia en el mercado laboral aumenta. En este contexto, la ayuda de los servicios públicos de empleo no es grande. Al menos en lo que respecta a la búsqueda de un puesto de trabajo. Según los cálculos del Ministerio, entre un 60% y un 80% de los empleos se consiguen a través de la forma más tradicional que se conoce, la red social más próxima: amigos y conocidos. El siguiente canal de búsqueda más eficaz es Internet. El resto queda para los anuncios en prensa, las empresas de trabajo temporal y los servicios públicos.
La temporalidad recorre Europa. Un contrato temporal en España sugiere precariedad, mala retribución e inestabilidad. En general, se asocia un sentido negativo a este tipo de contratación. "La temporalidad aún está muy relacionada con la falta de calidad profesional, con la oferta de puestos de trabajo de baja cualificación y con una mala remuneración respecto a los trabajadores de la misma categoría contratados directamente por la empresa", asegura Edwin Schreur, country manager del Grupo USG People para España. Sin embargo, en los países de la Unión Europea el empleo eventual no es visto como algo perjudicial, sino como la puerta de entrada al mundo laboral, una opción más que ofrece el mercado de trabajo, una manera de no atarse a una empresa, una forma de motivación, de adquirir experiencia o de obtener flexibilidad. "En España todavía existe un componente peyorativo hacia el trabajo temporal. Se le considera un tipo de contrato excluyente, en vez de verlo como una opción factible, seria, legal y profesional", explican Ricardo Corominas, director ejecutivo de Michael Page International en España, y Jaime Asnái, director ejecutivo de Page Personnel Barcelona y Valencia. De la misma forma opina Francisco Aranda, presidente de la Asociación de Grandes Empresas de Trabajo Temporal (Agett): "La percepción negativa del contrato temporal tiene un factor profundamente cultural que difiere bastante de un país a otro. En España se atribuye siempre a una necesidad del empresario y casi nunca a una opción del trabajador, y en el mercado laboral toda condición que sea impuesta es percibida como negativa. En cambio, en Holanda o Reino Unido muchas personas optan por trabajar temporalmente como modo de vida y el uso del contrato a tiempo parcial es generalizado entre las mujeres".
Los salarios de los trabajadores con convenio ganarán 472 euros de media. En Asturias, Aragón, Galicia, Castilla-La Mancha y La Rioja las subidas superan el 3%, con lo que las nóminas crecerán en 600 euros brutos anuales. Las subidas de sueldo pactadas en los convenios colectivos se han convertido en el principal dolor de cabeza de las empresas poco previsoras. El derrape de la inflación, que en marzo registró la primera tasa negativa de la historia (-0,1%), contrasta con la actualización de sueldos, superior al 3%, que dominará en Asturias, Aragón, Galicia, Castilla-La Mancha y La Rioja. En estas comunidades, los salarios en convenio ganarán 600 euros brutos en el conjunto del año, frente a los 472 euros brutos de la media nacional. La borrachera de los buenos resultados cosechados en la anterior etapa de bonanza, con un PIB trepando a ritmos cercanos al 3%, invitó a firmar convenios con una cierta despreocupación. Pero tras la fiesta, llega la resaca. Hasta febrero se renovaron 2.626 convenios: todos ellos –excepto una minoría de 11 textos– se pactaron en ejercicios anteriores, por lo que el calendario de incrementos salariales está acordado. Sólo en determinados casos, por ejemplo, si la empresa hace uso de la cláusula de descuelgue, se puede dar marcha atrás y siempre con previo acuerdo de los sindicatos.
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